Con aquel bolígrafo escribiste la ponzoña disfrazada de cordero que hoy usurpa mi alma atormentada.
Bajo el hechizo de media noche caí en aquel inofensivo intercambio; llévate mis bienes y mi tesoro más preciado...
Con dudas acongojé mi conciencia, de malestar se inundó mi cuerpo, mientras
mis labios temblorosos pronunciaban jerigonzas demoníacas cuando el sol descansaba.
¡Arpía!¡Te llevaste las flores de invierno, habiendo tantas en primavera!
¿Qué fue lo que viste en las cenizas ingrata mujer?
¡Vivir ya no me permito!
¡Llámame infante descuidado!
Aún así, los años pasan y me es imposible olvidar, a pesar de la deuda saldada,
no puedo perdonar el que hayas llegado a entrometerte en mi sublime monotonía.
Entre llantos celestiales emprenderé mi marcha, porque esta será la última vez
que visitaré tu tumba.
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