octubre 29, 2011

Sección A: No es suficiente

                                                                  Código 113

Sus manos, rodillas, el rostro, todo cubierto de polvo, no había duda de ello, la caída adrede luego de tropezar con la piedra que ya conocía no causó efectos diferentes. El mismo extraño estremecimiento, la casi inteligible congoja, las ganas de llorar contenidas y la ausencia de sangre. Definitivamente la herida no era lo suficientemente profunda para sangrar, no, definitivamente no. Y como si fuera poco, los fragmentos milenarios de veneno ocultos bajo una túnica de verdades a medias, de mentiras que ya sólo causan cosquillas una vez que las descubres…fluyeron de nuevo, como si fuese la primera vez en un sentimiento contradictorio de alegría y odio. ¡La victoria estaba cerca! Podía presentirlo, pero no era suficiente, no lo era.

Consiguió que las murallas se alzaran majestuosas sobre él, después de todo no era más que un menudo cuerpo recostado sobre la gastada alfombra de una vieja casa. Consiguió también que la brecha entre el pasillo y la ventana aumentaran. Todo pareció de pronto el letargo de un gigante dormido hace mucho, tanto tiempo que ya nadie lograba recordar su origen pues se perdía entre las hebras del pasado y el presente, entre los comentarios absurdos y la desesperación de un ritmo agitado y amedrentado, veloz e inconstante. Estaba seguro que de haberse detenido allí todo terminaría. Las sombras bailaron nuevamente, acompañadas de melodías que parecían pertenecer a ruiseñores y crujidos de un edificio demacrado que lucha por mantenerse en pie durante una tormenta. El rito recién comenzaba.

El paso siguiente, levantarse. Podría gritar a todo pulmón, hasta escuchar su propia voz quebrantada y la respiración agitada, ahora estaba solo, lo agradecía, se sentía patético, lo era. Todos sus sentidos eran agradablemente distorsionados a causa del veneno. Quiso mover sus piernas pero en vez de ello se movían sus manos. Con temor las alzó e intentó en observar la yema de sus dedos gracias a lo que parecía ser un vertiginoso rayo de luz. No logró ver, pero sí logró escuchar, sí, lo hizo. Escuchó un brillo de lucidez que no tardó en desaparecer…

¿Qué hice mal esta vez?

El extraño murmullo se transformó en silencio sólido, pesado y abrumador, silencio que recorrió el sucio cabello del muchacho en una brusca caricia que continuó por sus manos y pies. Ya era tiempo de ejercer la calidad de los cálculos, antes, durante…después…

Tal vez en una próxima oportunidad resulte…cuando me lance de un puente
…de seguro la caída a larga distancia ayuda…

Habló de nuevo, por última vez, semejante a la primera, con ausencia de presencia, silencio y suerte. Todo se había desmoronado, no había opción de continuar, tendría que esperar hasta una próxima vez.

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